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El bebé/niño/a, desde el momento en el que nace, el primer aliento, suspiro, sollozo y alivio que siente, es el de su madre.

Ese primer encuentro, esa primera vez que siente, a través del tacto, a uno de sus referentes, es un momento que marcará el resto de su vida; pues el contacto con el adulto es su principal fuente de aprendizaje.

El trato hacia el bebé/niño/a a nivel físico, verbal y emocional es vital para un desarrollo potencialmente sano y equilibrado, algo que favorecerá en su crecimiento y conocimiento de sí mismo/a, de su entorno y del otro.

Judit Falk nos explica que, al principio, el niño aprende a conocer las necesidades corporales bajo una forma desagradable de tensión incierta y de sufrimiento. Todavía <<no sabe>> que tiene hambre, frío o calor, o bien que algo le duele. El adulto lo consuela en estas situaciones desagradables porque comprende sus señales y sabe responder a sus necesidades. Todo esto hace que el recién nacido asocie la sensación de hambre, sed, etc., con el adulto que responde a sus necesidades. Su sentimiento de seguridad física se asocia al adulto y, de igual modo, su sentimiento de seguridad afectiva y emocional.

A través de los cuidados diarios de higiene, alimentación, sueño, protección, acompañamiento, juego y un largo etcétera, y mediante el contacto y comunicación que el adulto aporta con cada gesto, caricia y movimiento, el bebé/niño/a va adquiriendo conciencia de su ser, de cada parte de su cuerpo, de su YO. Ello hará que, poco a poco, vaya tomando conciencia del adulto que le cuida, y a su vez irá adquiriendo conceptos y conocimientos que se irán alineando con su desarrollo motor y con su madurez, algo que le proporcionará seguridad en sí mismo/a y autonomía, además de favorecer a su autoestima.

Si el recién nacido puede contar con la posibilidad de influir en lo que está pasando, esto contribuye a reforzar su sentimiento de eficacia, lo que constituye la base de su integración social afectiva (Judit Falk).

Los cuidados además de que sean de calidad, deben ser constantes, algo que le proporciona una rutina y una estabilidad, que le ayudan a saber en cada momento lo que va a suceder, convirtiéndose en un sujeto activo y participativo en cada una de las actividades, y con el tiempo llegar a ser él/ella mismo/a quien se sienta preparado/a para hacerlo por sí solo/a, con la seguridad y la certeza de que tal y cómo lo haga es como se lo ha visto hacer al adulto.

Algo que ayuda y facilita estos momentos, es la comunicación del adulto hacia el bebé/niño/a, ya que es imprescindible comunicar lo que vamos a hacer, si le vamos a tocar o coger, preparándole así para los próximos acontecimientos. De esta manera, el pequeño/a es más consciente de lo que sucede a su alrededor y a su vez, va adquiriendo nuevos conceptos, acciones y gestos. Para ello, es necesario explicar, continuamente, lo que estamos haciendo, si le vamos a cambiar el pañal, debemos ponerle nombre a las partes de su cuerpo que están siendo tocadas y explicarle cada paso que llevamos a cabo, mostrando a su vez, una actitud delicada y dulce, pausada, tocando y moviendo al pequeño/a con delicadeza.

Todo ello, acompaña al niño/a a vivir los momentos de cuidado, con calma, sin estrés y con conciencia de lo que está sucediendo, sintiéndose parte de todo eso, además de querido, valorado y amado.

Conjuntamente, esta manera de acompañar los cuidados y el trato con el pequeño/a, favorecen a que no se sienta como un objeto inanimado que puede manipularse sin más, sino más bien, como un ser comprendido, que siente y forma parte de lo que está sucediendo.

Igual que estos cuidados deben ser constantes y empleados (a ser posible) siempre de la misma manera, es imprescindible que el adulto de referencia sea siempre el mismo/a o los mismos/as, pues esto también forma parte de esa constancia y rutina que el pequeño/a necesita, para una estabilidad en su día a día y para un buen crecimiento y desarrollo neuronal.

La continuidad de dichos cuidados a manos de las mismas personas ayuda en su seguridad afectiva, creando así vínculos sanos. De igual manera, favorece en la toma de conciencia de sí mismo/a, creando sus propias bases sociales.

El hecho de que la infancia tenga unos cuidados de calidad significa que el adulto que le acompaña en cada etapa de su vida comprende sus necesidades, sus sentimientos y sus emociones; entiende que la infancia pasa por muchos momentos sensibles y que dependiendo del acompañamiento que el bebé/niño/a reciba, su crecimiento y aprendizaje se verán afectados, de una forma u otra.

De la misma manera, sabe de la importancia de un acompañamiento respetuoso del pequeño/a, pues es consciente de sus capacidades, limitaciones y momentos evolutivos. Todo esto engloba una idea, y es que, el bebé/niño/a llega al mundo con diversas capacidades innatas que sólo necesita poner en práctica, para llegar a dominarlas y así, convertirse en un ser sociable y amable con el entorno que le rodea y con el resto.

Texto escrito por Lorena Jiménez Moreno. Madre de día en Córdoba. @lorenajm_crianzarespetuosa

Ahora que comenzamos septiembre, hablamos del periodo de vinculación como una de nuestras señas de identidad.

Pero, ¿qué es exactamente el período de vinculación? Nos gusta este término para hacer referencia a lo que se se suele llamar período de adaptación. Porque adaptación y vinculación, precisamente, no significan lo mismo. El bebé no debería adaptarse porque sí, sin más (porque no hay más remedio o porque es lo que toca) a ese nuevo espacio, a la acompañante y a los otros bebés. El tiempo que transcurre hasta que el bebé se siente cómodo y seguro supone interiorizar una transición.

El vínculo comienza a crearse de la mano de la familia.

En una crianza consciente y respetuosa, el término apego o vínculo emocional es bien conocido. El bebé se siente seguro con su figura de referencia, por lo general, madre y padre. Sois vosotras quienes les proporcionáis alimento, cobijo cuando tiene sueño o está cansado, experiencias en el entorno, calor, mimos, cuidados, atención, amor, juegos, etc.

La incorporación al mercado laboral y las precarias medidas de conciliación hace necesario que otras personas den esas atenciones y cuidados a tu bebé a edades muy tempranas mientras os ausentáis por trabajo.

En el hogar de la madre de día se continua ofreciendo al bebé un entorno emocionalmente seguro, provisto de calor humano y respeto por su persona y ritmos vitales cuidando así su salud emocional

¿Cómo se hace este proceso?

Para que sea realmente una transición y no una ruptura de espacio y tiempo con sus figuras de referencia, uno de los padres o los dos (o algún otro familiar o persona de confianza), estará en casa con el bebé durante las primeras semanas (principalmente las dos primeras).

Esta figura de referencia acompaña al bebé a conocer el espacio. La confianza y apego que tiene contigo, le permitirá explorar el nuevo espacio con seguridad. En este primer momento habrá otro momento importante: la presentación al bebé de la madre de día por parte de vosotras, las familias.

Para que un bebé confié y se muestre seguro en un entorno y con otra persona hasta el momento desconocida, necesita más que una sola presentación por parte de vosotras, sus figuras de referencias. Necesita que se respete su tiempo y convivencia en un mismo espacio. 

¿El bebé acaba adaptándose si este proceso se hace sin respetar este tiempo y espacio? Sí, pero pensemos en el conflicto emocional por el que pasará y en la necesidad de atender sus demandas (llanto, necesidad de contacto, furia, etc.) tanto en el nuevo espacio como fuera de él, porque en su contexto habitual, en su hogar, contigo, su única figura de referencia hasta el momento, es dónde tu bebé manifestará sus sentimientos y emociones, el malestar que le esté generando este proceso.

En muchas ocasiones sentenciamos que el bebé está bien en el nuevo espacio porque no llora mientras está en él o porque entra contento. Sin embargo, al llegar a casa, observas llanto, enfado, aumento de rabietas (desbordamiento emocional), alteraciones en el sueño, etc. Esto te debe hacer pensar que la adaptación no esté respetando sus necesidades emocionales y que suponga un acto precipitado que rompe el vínculo de espacio y tiempo contigo.

En el hogar de madre de día, vosotras sois la que verdaderamente hacéis posible este proceso de vinculación. Cuando un niño observa a su madre/padre en casa, hablando con tranquilidad con la acompañante, tomando un café y desayunando, interaccionando con ella, dirigiéndose a ella, recibe este mensaje: yo también puedo estar tranquilo aquí, en este espacio y con ella.

Por su parte, la madre de día cuidará de no forzar el contacto y la interacción con la niña. De la observación, podemos sacar información valiosa para cuidar del ambiente y por ende, de sus necesidades e intereses. Por ejemplo, verbalizar en voz alta que se va a dejar un material determinado en el suelo por si le apetece manipularlo, es una manera estupenda de dirigirse al bebé sin necesidad de forzar un contacto. Teniéndote en casa, es muy posible que se anime a explorarlo (más pronto que tarde) y si responde al interés que se ha observado, recibe este otro mensaje: ella me tiene en cuenta.

Los mensajes que le llegan al bebé es una percepción que le genera bienestar. Con ello, llega la confianza y seguridad a modo de nacimiento del vínculo.

¿Qué ocurre si la familia no dispone de tiempo suficiente para realizar este período?

En el hogar de madre de día, el menor irá conociendo el espacio, los materiales, las actividades, al resto de bebés que habiten en el hogar y a la madre de día. Todo ello lo habrá hecho de la mano de su figura de referencia que podrá ir ausentándose del hogar por algunos periodos de tiempo si así lo admite el bebé hasta que finalmente no sea necesario. 

Aunque dos semanas suelen ser suficientes, no hay un tiempo fijado para esto. Todo dependerá del bebé (edad, experiencias previas, etc.) y las características de la familia. 

La incorporación al trabajo es el motivo principal para que este proceso se vea con angustia y preocupación. En este caso, se valorará cuál será la mejor forma de transitar este proceso según las características de la familia: horario laboral, red de apoyo, iniciar este proceso antes de la fecha prevista de incorporación al trabajo, etc.

No obstante, es importante resaltar que la ratio en el hogar de madre de día es de tan sólo 4 bebés. Si este periodo de vinculación no pudiera alargarse por el tiempo que el menor necesitara, por los motivos que fuesen, el menor recibirá toda la atención y acompañamiento que necesite en esta transición hasta que se sienta seguro, relajado, confiado y activo en el nuevo espacio.

Texto «Período de Vinculación», del blog de Ana B. Cruz – Madre de Día en Montilla (Córdoba)